Junto a la estructura epistemológica y a la estructura teórica del edificio de la investigación, también se alza su estructura metodológica.
La primera sostiene el pesado significado que se le atribuye el conocimiento dentro de la empresa científica, mientras que la segunda comprende la red de explicaciones que nutren el conocimiento de la realidad.
Lo metodológico, por su parte, corresponde a la forma de obtener el conocimiento. Se puede advertir, entonces, cuál es el componente medular del edificio de la investigación (“el conocimiento”).
El concepto de metodología
La palabra “metodología” expresa dos ideas. La de un saber sistematizado acerca del método como objeto de estudio y la de un saber sistematizado sobre el método como guía e instrumento de trabajo. Se destaca, así, el sentido material y el sentido formal del término.
En el primer caso, la palabra metodología se refiere a la ciencia que estudia el método; es decir, concibe al método como objeto. En el segundo caso, indica el conjunto de principios, reglas y estrategias aplicables al procedimiento de obtención del conocimiento; es decir, refiere al objeto del método.
La estructura metodológica se corresponde con esta segunda idea; a saber, con los principios, reglas y estrategias relativas al método y con el método mismo, es decir, con el cómo de la investigación, con el cómo de la obtención del conocimiento.
Así como hay una forma de hacer andar un vehículo o una forma de preparar una pizza, también existen formas de investigar y obtener el conocimiento que interesa a la ciencia. La metodología, pues, se ocupa de lo que debería hacerse, aunque no siempre se haga así.
Cuando se estudia o se enseña sobre metodología de la investigación, lo que se estudia o se enseña no sólo son fórmulas de redacción, ni verbos u oraciones de rutina; sino, sobre todo, los principios, las estrategias y las acciones que ordenan la práctica científica, es decir, la lógica que configura el escenario y el ejercicio de la investigación.
Establecer la forma de, por ejemplo, delimitar un tema de investigación, de redactar el enunciado del problema, de operacionalizar las hipótesis, de trazar los objetivos de la investigación, de identificar la muestra de estudio, de construir los instrumentos de recolección de datos, de aplicar las técnicas de investigación y de triangular los resultados, es parte de la metodología de la investigación, pero no necesariamente lo sustancial de la misma.
La cuestión sustancial de la metodología
La cuestión sustancial radica en la comprensión y aplicación de los criterios, principios, procedimientos y estrategias que permiten programar la acción investigativa y mantener la mirada puesta en el horizonte del conocimiento. Lo sustancial radica en establecer las anteriores configuraciones (asociadas al modo de delimitar el tema, enunciar el problema, justificar la investigación, operacionalizar las hipótesis, y demás cuestiones), con intención, congruencia y espíritu científico.
La falsación de Popper o la contrainducción de Feyerabend, por ejemplo, son criterios que nutren la programación de la investigación. Es parte de la metodología el indicar la forma adecuada de formular hipótesis y de operacionalizar sus variables, así como el determinar el uso de estrategias particulares, como la conveniencia de construir y disponer, en determinados casos, de hipótesis ad hoc.
La pluralidad de opinión es un criterio que ordena la actividad investigativa. Paul Feyerabend ha expresado que, “la unanimidad de opinión tal vez sea adecuada para una iglesia, para las asustadas y ansiosas víctimas de algún mito (antiguo o moderno), o para los débiles y fanáticos seguidores de algún tirano. La pluralidad de opinión es necesaria para el conocimiento objetivo, y un método que fomente la pluralidad es, además, el único método compatible con una perspectiva humanista” (1986, p. 29).
La armonización de los insumos epistemológicos y metodológicos, como lo relativo a la perspectiva teórica interiorizada sobre las fuentes del conocimiento (por ejemplo, empirismo y racionalismo), con los elementos de la planificación de la investigación (como la selección de las técnicas de recolección de datos), son, desde luego, elementos de dicha programación.
Asimismo, la persistencia de la creencia, frente a los resultados desfavorables de la experiencia, es una actitud subjetiva del investigador que incide en la configuración metodológica. Sucede que “una teoría puede ser inconsistente con la evidencia, no porque no sea correcta, sino porque la evidencia esté contaminada. La teoría se ve amenazada, o bien porque la evidencia contiene sensaciones no analizadas que sólo corresponden en parte a procedimientos externos, o bien porque dicha evidencia se presenta en términos correspondientes a puntos de vista anticuados, o también porque es evaluada con ayuda de materias auxiliares poco sólidas. La teoría copernicana se vio en dificultades por causas de todas estas razones” (Feyerabend, P.; 1986, p. 50).
No se trata, entonces, sólo de configurar adecuadamente las formas preliminares de la investigación (delimitar el tema, problematizar la situación, enunciar el problema, conjeturar la solución, etc.), sino que también es necesario programar dichas configuraciones conforme a un modo de andar particular, que permita avanzar sobre el camino que conduce al conocimiento, según los criterios, principios, procedimientos y estrategias que mantienen la mirada puesta en su horizonte.
Programación de la investigación
La estructura metodológica no está orientada a fosilizar el progreso de la ciencia, mediante esquemas de actuación protocolaria de la práctica investigativa, sino a conducir la fluidez de las actividades que persiguen la obtención del conocimiento, según el rigor que interesa a aquella. Bien ha dicho Edgar Morin, que “las metodologías son guías a priori que programan las investigaciones” (2006, p. 36).
La forma de hacer andar el vehículo pasa por la capacidad de ingresar a su interior, de manipular la caja de velocidades, de acomodar el asiento y los retrovisores, y de evitar cualquier obstáculo que lo impida; pero la forma de hacerlo andar no se agota con esos aspectos. Se requiere, por ejemplo, de actitudes y cualidades que respondan, constante y razonablemente, a las condiciones del contexto en que se desenvuelve el acto de conducir. Como se sabe, el vehículo se apaga, y deja de andar, en ciertas circunstancias.
Del mismo modo, la forma de obtener el conocimiento, si bien pasa por procedimientos asociados al hecho de, por ejemplo, identificar y delimitar un tema, problematizar la cuestión, enunciar el problema y conjeturar su solución; su realización trasciende a dichos asuntos, al requerir el ejercicio de una serie de constantes (virtud de asombro, actitud crítica, revisión de datos, contrastación de teorías, articulación de componentes, etc.), conforme a una mística o programación que, según sus principios, reglas y estrategias, permiten conocer algo que hasta entonces se desconocía.
La metodología, vista así, no consiste en repetición de fórmulas que confunden el entendimiento, agotan el buen ánimo y suprimen la sed de conocimiento. Por el contrario, se trata de un programa de actuación que estimula, desafía y orienta la voluntad y el placer de saber.
Acerca del método
La idea de método expresa el modo de hacer algo; un ir y venir, con relación al camino que conduce de un punto a otro. Denota, pues, el procedimiento para la consecución de un fin específico. Sin embargo, procedimiento, en este sentido, no se define por la estructura, sino por la dinámica. Implica una actividad enérgica que dispone un modo particular de proceder.
El método, mal entendido, acentúa solamente en pasos o etapas que engendran el riesgo de anular el dominio del espíritu científico. Enfatizar en la estructura equivale a excluir posibilidades de actuar y, en consecuencia, de observar, descubrir, rectificar y conocer.
Sierra Bravo ha dicho que “la investigación es una actividad humana orientada a descubrir algo desconocido” (2001, p. 27). Los esquemas inflexibles pueden clausurar la posibilidad de avanzar hacia lo desconocido, porque no hay rutas exclusivas hacia ese destino; pero sí una lógica que lo identifica. De esa lógica se ocupa la estructura metodológica de la investigación.
Paul Feyerabend, escribió que, “al tratar de resolver un problema, los científicos utilizan indistintamente un procedimiento u otro: adoptan sus métodos y modelos al problema en cuestión, en vez de considerarlos como condiciones rígidamente establecidas para cada solución. No hay una «racionalidad científica» que pueda considerarse como guía para cada investigación; pero hay normas obtenidas de experiencias anteriores, sugerencias heurísticas, concepciones del mundo, disparates metafísicos, restos y fragmentos de teorías abandonadas, y de todos ellos hará uso el científico en su investigación” (1986, p. xv).
Para Sierra Bravo, “un científico es, ante todo, no el que tiene muchos conocimientos sobre una materia determinada, lo que es importante y valioso, sino quien sabe utilizar correcta y eficazmente el método científico en su campo” (2001, pp. 16 y 18). Y luego de afirmar que la investigación es un proceso, ha expresado que “la investigación se distingue por ello del método científico, que no es un conjunto de actividades, sino un conjunto de normas y reglas genéricas de actuación científica” (2001, p. 27).
Podría afirmarse que esas “normas y reglas genéricas de actuación científica” integran lo que antes se identificó como la cuestión sustantiva de la metodología. Y tomando en cuenta estos insumos, el investigador social debe enfrentarse a problemas de la práctica investigativa, es decir, a problemas del método, como el de la medición o cuantificación de lo social, el de la experimentación en lo social, el de la relación del sujeto con el objeto investigado, el de la correspondencia entre el contexto de descubrimiento y el de justificación, el de la neutralidad valorativa, el de la variabilidad del objeto de estudio, el de la idoneidad del método y el de la cuestión ética.
Como parte del método, el investigador debe determinar las acciones a ejecutar, según el camino de la investigación previsto, las cuales puede ser tan variadas como investigaciones existen (básicas y aplicadas, seccionales y longitudinales, descriptivas y explicativas, microsociológicas y microsociológicas, primarias y secundarias, cualitativas y cuantitativas, empíricas y teóricas, entre otras).
Estructura metodológica de la investigación
La estructura metodológica de la investigación integra las configuraciones básicas de su planificación (delimitar el tema, enunciar el problema, etc.), así como la programación de las mismas, según los principios, las reglas y las estrategias que organizan el modo de proceder del investigador (pluralidad de opinión, armonización de insumos, etc.), conservando una actitud y un perfil de apertura al conocimiento.
Explicar las mencionadas configuraciones, es decir, los elementos del perfil, de la planificación o del diseño de la investigación, será la tarea a desarrollar con posterioridad.
Sin embargo, en este punto, y tomando en cuenta lo que se dijo sobre la estructura epistemológica y la estructura teoría de la investigación, puede afirmarse que la obtención del conocimiento, por medio de la investigación, solo es posible si se posee una base epistemológica, una base metodológica y una base teórica, que, en su orden, se corresponden con el qué, el cómo y el porqué, respecto del conocimiento.
Referencias:
- FEYERABEND, Paul, Tratado contra el método, traducido por Diego Ribes, Tecnos, Madrid, 1986.
- MORIN, Edgar, El método III, Ediciones Cátedra, 2006.
- SIERRA BRAVO, Restituto, Técnicas de investigación social, 14ª edición, Paraninfo Thomson Learning, Madrid, 2001.
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