Las estructuras del edificio de la investigación, según se dijo, son la estructura epistemológica, la estructura metodológica y la estructura teórica. En esta oportunidad se reflexionará sobre esta última.
El concepto de teoría
El Diccionario del Estudiante, de la Real Academia Española, indica que el vocablo “teoría” puede entenderse como “hipótesis o conjunto organizado de hipótesis e ideas que dan una explicación sobre un asunto o sobre un dominio del conocimiento”.
La teoría es un conjunto de enunciados intencionalmente sistematizados que permiten explicar el objeto al que se refieren. Lo propio de la teoría es explicar. Allí, donde el pensamiento da cuenta de las propiedades, causas y comportamientos de los fenómenos, allí hay teoría.
Cuando una persona explica, por ejemplo, la causa de la lluvia, del movimiento, de la pobreza, del suicidio, de la criminalidad o cualquier otro fenómeno, se sitúa sobre el campo de las teorías. Sin embargo, las teorías que interesan a la investigación -científica-, son aquellas que ofrecen explicaciones con proyección de verdad.
Se trata, entonces, de explicaciones científicas. La teoría, en tanto que teoría, no necesita ser absolutamente exacta o definitivamente verdadera para que sea considerada como una teoría científica. Lo que interesa es que la explicación que ofrece sea el resultado de una construcción racional comprometida con la depuración del error y la ilusión.
El carácter científico de la teoría supone la concepción crítica de sí misma. De esta forma asegura su proyección de verdad o, si se prefiere, su compromiso con la misma. Si la teoría cede ante el error, es decir, si se comprueba que su explicación no corresponde a la realidad, entonces pierde el perfil que interesa al espíritu de la ciencia.
Algunas teorías carecen de dicha proyección, no porque no aspiren a ser verdaderas, sino porque carecen de un sistema que asegure o depure dicha nota distintiva. Cuando se pensaba que los males acaecían en el mundo por la voluntad de los dioses, se proveía de una explicación que pretendía ser verdadera, pero sin un filtro o sistema que combatiera el riesgo del error. La explicación, por medio del mito, es un ejemplo al respecto.
El sentido de la explicación
Lo propio de la teoría es explicar. Se explica al determinar el orden lógico lineal de los fenómenos. De este modo se procura predecir los acontecimientos asociados a los mismos.
El orden lógico lineal, es decir, la identificación de la cadena sucesiva de acciones o procesos que subyacen a un fenómeno en particular, es la base de la explicación causal, mediante la cual se responde al por qué de algún campo o segmento de la realidad.
Si se identifica el orden lineal de las acciones o de los procesos que preceden a los fenómenos del clima, se puede, por ejemplo, explicar la causa de la lluvia, o la formación de los huracanes o de las tormentas. Incluso, se puede predecir el comportamiento de los mismos.
Cuestión similar ha ocurrido en las ciencias sociales. La concepción marxista, haciendo uso del materialismo histórico, consideró que, al identificar el orden de las acciones que caracterizan y constituyen a las clases sociales, se podía explicar el cambio social y, a su vez, predecir el desarrollo de las formaciones sociales del capitalismo y, eventualmente, del socialismo.
Ahora bien, la idea de explicar, como aspecto nuclear de la teoría, no siempre se entiende como la identificación de la cadena sucesiva de acciones o procesos que subyacen a un fenómeno en particular. No siempre se trata de seguir la lógica de la explicación causal.
Explicar también puede denotar el esfuerzo de identificar las propiedades, los principios o el orden de los procesos que determinan el fin de las cosas. Se trata, pues, de la explicación teleológica, cuyo objeto es estimular la comprensión de la cuestión investigada. La comprensión permite dar una explicación del fenómeno en función de su fin.
En ciencias sociales la teoría puede estar referida a la explicación teleológica de un fenómeno, según el significado que los individuos le atribuyen. Podría estar orientada, por ejemplo, a explicar la pobreza, tomando en consideración la forma en que las personas la interpretan e interiorizan. La metodología cualitativa podría testificar al respecto.
En definitiva, lo propio de la teoría es explicar (desde una lógica causal o desde una lógica finalista)la cuestión que integra su objeto.
Función informativa de la teoría
Muchas son las funciones que desempeña la teoría en la investigación. Sin embargo, las mismas podrían delimitarse a la labor de guiar las acciones y de anticipar los resultados de la investigación. Cumple, pues, un rol informativo. Informar, aquí, significa dotar de herramientas conceptuales y de estrategias operativas que preparan el camino hacía el conocimiento.
Guía la investigación
Ninguna investigación parte de la nada. Cada investigador dispone de un esquema teórico previo, esto es, de un stock de explicaciones teóricas para sí acerca de la realidad.
Karl Popper sostuvo que, “la creencia de que la ciencia procede de la observación a la teoría está tan difundida y es tan fuerte que mi negación de ella a menudo choca con la incredulidad (…) la creencia de que podemos comenzar con observaciones puras, sin nada que parezca a una teoría, es absurda” (1983; p. 72).
Por su parte, Paul Feyerabend, escribió que, “en un análisis más minucioso se descubre que la ciencia no conoce “hechos desnudos” en absoluto, sino que los “hechos” que registra nuestro conocimiento están ya interpretados de alguna forma y son, por tanto, esencialmente teóricos” (1986; p. 3).
Es la teoría la que guía la investigación. Ella es la que orienta hacia auténticos problemas de investigación. Gracias a la teoría se puede identificar y penetrar en un segmento de la realidad, para observar anomalías, vacíos, irregularidades o, simplemente, problemas, que siguen sin ser resueltos dentro del dominio teórico que se tiene de ese segmento.
En términos de metodología de la investigación, primero se identifica un tema (es decir, el segmento de la realidad), luego de se delimita el tema y, seguidamente, se presenta el planteamiento del problema. Plantear un problema no es describir una situación adversa o negativa para la condición humana. Plantear un problema, en términos metodológicos, es mostrar una situación que carece de respuesta.
Se investigan problemas, no temas. La ciencia, como ya se ha dicho, avanza de problema en problema, no de teoría en teoría. No es la construcción de una teoría la que permite el progreso científico, sino la construcción de una respuesta adecuada para una situación que carecía de la misma. La resolución de un problema supone la producción de un conocimiento que antes no se tenía. He aquí, entonces, el progreso científico.
Para resolver un auténtico problema de investigación, y, en consecuencia, para adquirir nuevos conocimientos, es indispensable haber planteado adecuadamente dicho problema. Para plantear auténticos problemas de investigación se requiere no solo poseer un dominio común, básico o regular del tema, sino que se necesita de una agudeza teórica que permita ver problemas, justo allí, donde otros no los miran.
La capacidad de ver lo que otros no ven tiene a la base, sin duda alguna, un componente teórico. Nadie habla de lo que no sabe. Nadie percibe lo que su capacidad no lo permite. Nadie observa lo que la razón no identifica. Sin teoría, impera la ceguera intelectual. Simplemente, la teoría es la que permite identificar y plantear auténticos problemas de investigación.
Para plantear el problema (la situación problemática, los antecedentes del problema, etc.), primero se ha tenido que poseer la impresión de que, en el segmento de la realidad con relación al cual se problematiza (es decir, el tema), existe una situación que carece de respuesta.
No se puede ver un problema sin un conjunto de ideas que así lo indiquen. La teoría muestra el camino al problema. Y al final de ese camino, aparece la pregunta a resolver (el enunciado del problema o pregunta de investigación).
Anticipa los resultados
La teoría no solo muestra el camino hacia el problema. Al mismo tiempo, o de forma sobrevenida, otorga una respuesta al mismo. La respuesta, aunque tentativa, sigue siendo una respuesta que nace por anticipación de la teoría. Aparecen, así, la hipótesis de investigación.
Bien dicen que las hipótesis se derivan del marco teórico (histórico, legal, conceptual, etc.). Sin embargo, más que identificar de dónde surgen y cómo se fundamentan las hipótesis, lo que interesa destacar es que, junto al problema, la teoría también ofrece una respuesta, al margen de que sea falsa o verdadera.
La teoría plantea el problema, orientando los cursos de observación que conducen al mismo, y también anticipa la respuesta hipotética, como una anticipación de los resultados de la investigación. En definitiva, la teoría explica el problema y su respuesta (construye el enunciado del problema y nutre el sistema de hipótesis). En la rutina de la investigación, la teoría explica la hipótesis para un problema cuya solución aún se ignora.
Karl Popper ha escrito lo siguiente: “¿Qué es lo primero, la hipótesis o la observación? (…) es muy cierto que cualquier hipótesis particular que elijamos habrá sido precedida por observaciones; por ejemplo, las observaciones que trata de explicar. Pero estas observaciones, a su vez, presuponen la adopción de un marco de referencia, un marco de expectativas, un marco de teoría. Si las observaciones eran significativas, si creaban la necesidad de una explicación y, así, dieron origen a la invención de una hipótesis, era porque no se les podía explicar dentro del viejo armazón teórico, del viejo horizonte de expectativas” (POPPER, K., 1983; p. 73).
Teorías menores, teorías intermedias y teorías de largo alcance
“Vista desde su organización interna, una teoría científica es una estructura lógico-lingüística que expone coherentemente una explicación razonable sobre determinado objeto, fenómeno o situación de estudio, la cual se sujeta a los criterios y procesos de validación de una comunidad científica mediante un consenso normado” (BRIBIESCA, L. y G. MERINO, 2008, p. 79).
Sin embargo, para el desenvolvimiento adecuado de la rutina de la investigación, es necesario aclarar que existen muchas teorías, pero no todas tienen el mismo alcance. Incluso, cuando se habla de “teoría”, existe una confusión en cuanto al tipo de teoría que se quiere referir con dicho concepto.
Robert King Merton expresó que, “la palabra teoría amenaza quedar vacía de sentido. La misma diversidad de cosas a que se aplica, desde pequeñas hipótesis de trabajo, pasando por especulaciones generales pero vagas y desordenadas hasta los sistemas axiomáticos del pensamiento el empleo de la palabra con frecuencia oscurece el entendimiento en vez de aclararlo” (2002, p. 56).
Resulta que, se le puede llamar teoría a aquella explicación que reviste la forma de respuesta tentativa (hipótesis) dentro de una investigación. Por ejemplo, la hipótesis elaborada en una investigación universitaria. Se trata de teorías menores, propias de la práctica investigativa.
Asimismo, se le puede llamar teoría a la explicación sistematizada de un segmento de la realidad. Por ejemplo, la teoría sobre el conflicto, el urbanismo o el desarrollo regional. Se trata de teorías intermedias. En palabras de Robert K. Merton, las teorías intermedias se ubican “entre esas hipótesis de trabajo menores pero necesarias que se producen abundantemente durante las diarias rutinas de investigación, y los esfuerzos sistemáticos totalizadores por desarrollar una teoría unificada que explica todas uniformidades observadas de la conducta, la organización y los cambios sociales” (2002, p. 56).
Se le llama teoría, también, a los sistemas de explicaciones totalitarios, es decir, aquellos que pretenden abarcar la realidad en su unidad. Se trata de teorías de largo alcance, como el materialismo histórico de Marx, la teoría del estructural-funcionalismo de Parsons y la teoría del psicoanálisis de Freud.
Resulta conveniente, entonces, que el investigador comprenda que toda aportación teórica es una aportación explicativa de la realidad, pero que su función podrá variar según sus diferentes niveles de alcance.
Perspectiva teórica y marco teórico referencial
La teoría no solo configura el objeto de investigación. No se limita, pues, a hacer observable el problema y justificable su respuesta. También puede trascender a la subjetividad de quien investiga, confiriéndole una perspectiva particular sobre el modo de explicar lo investigado.
Las teorías intermedias y las teorías de largo alcance se constituyen como dispositivos intelectuales que permiten observar, interpretar y explicar la realidad de una forma específica. Por méritos de la teoría un mismo fenómeno puede explicarse de forma diversa. En Economía, por ejemplo, el liberalismo económico y el socialismo pueden explicar de forma distinta los problemas asociados a la distribución de la riqueza.
La teoría funciona como un sistema de lentes especializados de la realidad. Cada investigador dispone de una perspectiva teórica, según el stock de explicaciones que el sistema teórico adoptado o aprehendido le confiere. La formación previa del investigador juega un papel clave. Nadie, pues, investiga desde la nada.
La teoría de sistema-mundo de Immanuel Wallerstein, la teoría de sistemas de Talcott Parsons, el neofuncionalismo de Jeffrey Alexander, la teoría de sistemas de Niklas Luhmann, la teoría de conflicto de Ralf Dahrendorf y el interaccionismo simbólico de Herbert Mead, son algunas de las teorías que, en el campo de las ciencias sociales, ofrecen perspectivas teóricas particulares.
Lo mismo sucede con la teoría de la elección racional de Jon Elster, la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas, el neomarxismo de Ernesto Laclau, la etnometodología de Harold Garfinkel, la sociología fenomenológica de Alfred Schutz, la sociología cognitiva de Aaron Cicourel, la teoría feminista de Judith Butler, entre muchas otras más.
Ahora bien, no debe confundirse la perspectiva teórica particular del investigador y el marco teórico de referencia de la investigación. La primera corresponde a un esquema mental que permite la traducción o interpretación de la realidad y la segunda concierne a la organización de conceptos que permiten la comprensión del objeto investigado.
Se puede, por ejemplo, reunir todos los conceptos sobre la evolución, el tratamiento y la explicación de la violencia (marco teórico de referencia), y abordar la investigación de dicho fenómeno desde una perspectiva tradicional o desde una perspectiva con enfoque de género, bajo el influjo de la teoría estructural funcionalista o de la teoría feminista, respectivamente (perspectiva teórica).
Referencias
- BRIBIESCA, Lucio y Gabriel MERINO, Teorías, modelos y paradigmas en la investigación científica, en AA.VV., Revista Ciencia, Vol. 59, num. 2, abril-junio 2008.
- FEYERABEND, Paul, Tratado contra el método, traducido por Diego Ribes, Editorial Tecnos, Madrid, 1986.
- MERTON, R. K., Teorías y estructuras sociales, traducido por Florentino M. Torner y Rufina Borgues, 4ª edición, Fondo de Cultura Económica, México, 2002.
- POPPER, Karl, Conjeturas y refutaciones, traducido por Néstor Miguez, Editorial Paidós, Barcelona, 1983.
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